Desde las elecciones presidenciales estadounidenses y el referéndum del Brexit, ambas de 2016, el riesgo que suponen para las democracias occidentales las ‘fake news’ forma parte del debate político global. Pero cinco años de tecnología son en el siglo XXI un mundo, y los peligros se han sofisticado y aumentado. Mientras plataformas y autoridades apenas logran mitigar la difusión de noticias falsas a través de plataformas como Facebook, Twitter y Whatsapp, nuevos riesgos empiezan a ser tangibles, de la mano del desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). En 2021 ya no deberíamos fiarnos de un video con declaraciones incendiarias de un líder político: puede haber creado con IA. Y estos ‘deep fakes’ son solo una de las manifestaciones del fenómeno en el que nos encontramos.
Todas esas manipulaciones, y los discursos del odio que a veces conllevan, prenden rápidamente por las redes sociales, frente a los cortafuegos que se encuentran en los medios de comunicación. La prensa, incluso con sus inexactitudes, errores y sesgos, son un pilar básico de protección de los sistemas democráticos, ante todos aquellos que, desde el poder político o empresarial, pueden utilizar la tecnología para socavarlos. Ese fue el tema de la reciente mesa redonda ‘Too big to fail: ¿Pueden las grandes plataformas comprometer la seguridad, el sistema económico y la calidad democrática de nuestros países?’, organizada por el diario El Mundo y su suplemento económico Actualidad Económica. Participaron Ana Caballero, vicepresidenta de la Asociación Europea para la Transición Digital (AETD), Luis Álvarez Satorre, consejero delegado de la empresa de ciberseguridad SIA y Juan Manuel López Zafra, economista y experto en datos, especialmente en su aplicación al mundo financiero.
El riesgo de la utilización de los datos de los ciudadanos con fines políticos o electorales tiene una vertiente de ciberseguridad, pero como dijo en su introducción el moderador de la jornada, el periodista Miguel Ors, “el gran peligro está en quien tiene de forma legal acceso a tus datos”. En un extremo se sitúa el régimen chino, que no tiene reparos en establecer sus mecanismos de control social a través de la tecnología. En Occidente, los sistemas democráticos imponen un marco distinto, respetuoso con los derechos individuales. Pero el avance de la tecnología y el poder de las grandes plataformas ha causado grietas en ese sistema.
La UE está reaccionando a esta situación con dos normas básicas, la Digital Services Act y la Digital Markets Act. Caballero, como portavoz de la AETD, se felicitó por estos avances, pues “no hay libertad sin orden, y no hay orden sin regulación”.
Frente a las voces que acusan a Europa de frenar la innovación tecnológica con normas y requisitos, Caballero defendió el modelo europeo, cuya regulación, en ámbitos como la protección de los datos personales, es una referencia global. “Las grandes plataformas ven a Europa como una mera fuente de datos”, explicó, “y es muy complicado sacarles de ese contexto. No quieren regulación porque viven muy cómodamente. Pero necesitamos normas que pongan en el centro al ciudadano europeo y que garanticen una competencia empresarial equilibrada”.
Sin embargo, no todo es regulación. López Zafra resaltó la necesidad de educar al ciudadano “para que sea consciente del valor del dato, y no solo del monetario, sino también del valor de uso”. Álvarez Satorre, de SIA, reclamó más concienciación de cada uno de nosotros. “Con las ‘fake news’, hay una clara responsabilidad individual”, dijo, y lo explicó con un ejemplo muy gráfico: “Imaginemos una corrala con muchos vecinos dando información sobre el edificio y el barrio. Unos son fiables, otros no. Es nuestra responsabilidad distinguirlos”.
López Zafra se mostró muy preocupado por la evolución de las democracias liberales: “Vamos hacia una democracia controlada, en la que más que la libertad importa la sensación de libertad”, afirmó, pues “los Estados, en conveniencia con las plataformas tecnológicas, tienden a invadir cada vez las libertades individuales”. El freno a esta deriva depende en parte del papel de los medios de comunicación, a los que hay que “empoderar”, pidió Caballero: “Cometen errores y excesos, pero son fundamentales”.
Los medios pueden ser héroes y también villanos, si, con el refuerzo de la tecnología, moldean espuriamente la opinión pública. No se trata de establecer ningún tipo de censura previa a los medios de comunicación, algo en lo que estuvieron de acuerdo todos los ponentes, sino de reflexionar y tomar medidas ante el riesgo que supone la combinación de un enorme poder tecnológico en muy pocas manos y de la capacidad de esa tecnología para alterar nuestros procesos democráticos, que dependen de la transmisión veraz de información. “Quién controla la tecnología, lo controla todo”, resumió Caballero. Y eso es un riesgo para nuestras libertades políticas.