Menores y algoritmos: así abrimos la puerta a la vigilancia online de los estudiantes durante la pandemia

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No había otro remedio: a partir de la primavera de 2020, con el impacto global de la pandemia del Covid-19, menores de todo el mundo siguieron su escolarización a través de clases online. Y fue, en ese contexto dramático, una solución; sin duda mucho mejor que quedar fuera de los procesos educativos durante meses y meses por falta de medios y conectividad.

En cuestión prácticamente de días, administraciones, colegios y familias improvisaron para conectar con las clases online; mal que bien, al menos en el llamado primer mundo, el reto se fue solventando, con el uso masivo de plataformas de gigantes como Microsoft y Google. Esas soluciones continuaron siendo muy útiles en el curso 2020-21, que también estuvo marcado en gran parte por la pandemia. Fueron meses clave para el desarrollo de la llamada EdTech, la digitalización de la educación.

Pero ahora un informe elaborado por la ONG Human Rights Watch (HRW) confirma lo que nos temíamos: en la improvisación de aquellos meses, abrimos la puerta a sistemas de vigilancia online de los menores, con el objetivo de perfilarles algorítmicamente y venderles publicidad.

Concretamente, según HRW, el 89% de las aplicaciones de EdTech que ha analizado monitorizaban (o al menos tenían capacidad de monitorizar) el comportamiento online de los menores, en la mayoría de los casos de forma secreta y sin el consentimiento de sus padres.

El informe, que se apoya en una investigación de prensa en la que han participado medios de varios países, como El Mundo (España) o The Telegraph (Gran Bretaña), detalla el tipo de información que recopilan estas aplicaciones: dónde estaban los menores, cuáles eran sus familiares y amigos, qué tipo de dispositivo utilizaban… El seguimiento también se producía fuera de las horas escolares, utilizando incluso las cámaras y micrófonos de los aparatos, aunque no se estuviese en la clase online. “Algunas aplicaciones etiquetaban secretamente a los niños de forma que ni estos ni sus familias podrían librarse de ese seguimiento sin tirar a la basura el propio aparato”, dice el informe.

Estas aplicaciones, denuncia HRW, tenían la capacidad de enviar toda la información recopilada a empresas de publicidad online, para que éstas a su vez segmentasen con más eficacia sus anuncios. Una publicidad basada en el comportamiento que, como recalca la ONG, es peligrosa para los menores, ya que puede influir en sus opiniones y creencias en una etapa de sus vidas en la que son más vulnerables a las manipulaciones.

El estudio también da un tirón de orejas a gobiernos -estatales y regionales- implicados directamente en el desarrollo de plataformas educativas. De los 42 analizados, 39 desarrollaron productos que ponían en peligro o infringían el derecho a la privacidad de los menores. En España los señalados son el Ministerio de Educación, la Generalitat de Cataluña y la Junta de Andalucía.

La promesa de la Educación Digital es muy distinta; bien utilizada, la tecnología puede mejorar drásticamente nuestras posibilidades de crecimiento personal y profesional y ampliar oportunidades para todos. Pero es esencial esquivar la peligrosa deriva que demuestra el informe de Human Rights Watch. Esas intromisiones en la vida privada de los menores, en su espacio para crecer, no se limitan, desgraciadamente, al ámbito educativo, ni tienen ya el atenuante de la precipitación y la emergencia que provocó la pandemia. Los datos de los menores no pueden ser otro lote más en las subastas publicitarias automatizadas que deciden qué anuncios online nos llegan. Son niños y adolescentes, no productos online.