Los grandes debates sobre el futuro del trabajo llevan tiempo en la agenda de políticos y legisladores. Pero ahora que la UE ya ha pasado lo peor de la pandemia se añaden nuevos matices. La aceleración del proceso de digitalización de los últimos tres meses, con el recurso masivo al teletrabajo, genera nuevos retos. Y acrecienta los riesgos para los ciudadanos con más vulnerabilidades, como los trabajadores con más edad y los autónomos que dependen en gran parte de las plataformas tecnológicas.
Estos fueron los principales asuntos que se trataron en la reciente mesa online ‘Europa ante la digitalización del mercado laboral: nuevos empleos, ¿menos derechos?‘, organizada por El País Retina y la Asociación Europea para la Transición Digital. En ella participaron Ricardo Rodríguez Contreras, presidente de la AETD, el economista Toni Roldán, María Luz Vega, consejera de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y responsable de su programa «Reshaphing work” y Sara de la Rica, directora de la Fundación ISEAK, especializada en temas sociolaborales. Todos resaltaron, con diferentes enfoques, la encrucijada decisiva ante la que se encuentra el mundo laboral.
No se trata solo de regular el teletrabajo, siendo esta tarea esencial. Ante las nuevas alternativas laborales, con sus pros y sus contras, ¿cómo crear un terreno de juego equilibrado que estimule la competencia y tenga muy cuenta el enfoque social que caracteriza al marco laboral europeo?
La pregunta es especialmente pertinente al analizar el fenómeno de las economías de plataforma, con empresas como Uber, Deliveroo, Glovo o Amazon Flex, el servicio de reparto por trabajadores esporádicos del gigante estadounidense. Aproximadamente un 2% de los adultos de la UE tienen su principal fuente de ingresos en el llamado trabajo de plataforma, y hasta un 8% obtiene ingresos ocasionales de estas alternativas laborales, según datos de un estudio del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea.
Para Sara de la Rica, el impacto de estas plataformas en el mercado laboral no es tanto cuantitativo como cualitativo. En ellas, “cambia la relación entre empleador y empleado, pues pasa de ser laboral a mercantil. Eso no es ni bueno ni malo en sí, siempre y cuando los trabajadores tengan una protección en el trabajo”. Toni Roldán, profesor visitante en la London School of Economics, resaltó algunos aspectos positivos de estas plataformas, como que ofrecen la posibilidad a algunos trabajadores de complementar sus ingresos con trabajos de corta duración, pero afirmó que necesitan una regulación para evitar su marco laboral se convierta en el “salvaje oeste”.
“Ahora hay nuevos trabajadores y nuevas necesidades, por lo que nos encontramos ante un debate urgente”, afirmó al respecto María Luz Vega. “Un algoritmo regula las relaciones de trabajo en estas plataformas. No hay nadie a quién reclamar. Antes de la pandemia ya había surgido la necesidad de plantear un nuevo derecho del trabajo; ahora está claro que es necesario un ordenamiento diferente”, aseguró. Por su parte, Ricardo Rodríguez incidió en la posible distorsión de la competencia que suponen estas plataformas, coincidiendo con la representante de la OIT.
En esta línea, otro aspecto a tener en cuenta es la fiscalidad, ya que estas plataformas no tienen una estructura mercantil clásica -o la tienen fuera de la UE-, lo que complica la tasación de sus actividades por parte de los Estados. Tres de los países comunitarios -Dinamarca, Francia y Estonia- están avanzando para tener mejor información sobre los ingresos de estas empresas, y un reciente informe publicado por la Comisión Europea pedía un esfuerzo coordinado de los 27.
El reto de la desigualdad
Aunque en el panel se tocaron todo tipo de asuntos ligados al mercado laboral -la ‘gig economy’, la automatización industrial, la deslocalización, el teletrabajo y la conciliación-, varios conceptos aparecieron recurrentemente. Por ejemplo, el de la igualdad, tanto de las condiciones de la competencia entre empresas, como de derechos básicos entre trabajadores. También se citó frecuentemente la necesidad de tener muy en cuenta el riesgo de dejar atrás a las personas con peores circunstancias para adaptarse a este nuevo entorno, con más trabajo en remoto.
Según los cálculos de la OIT, el teletrabajo podría llegar en los países más industrializados hasta el 25%, y superar el 15% en el resto. Es un salto porcentual enorme respecto al mundo preCovid, y exige un esfuerzo para esquivar algunos de sus riesgos. Ante este fenómeno, “muchas empresas tienen solo en cuenta la dimensión tecnológica, y no la necesidad de adaptación de las personas”, denunció De la Rica. “Si las gobiernos no hacen un esfuerzo, sobre todo con las escuelas, el teletrabajo es absolutamente incompatible con la vida personal, especialmente para las familias con hijos pequeños”, aseguró Toni Roldán.
Derechos de los trabajadores, automatización de la industria, competencia en los mercados, fiscalidad, teletrabajo, conciliación de la vida familiar y profesional… Como consecuencia del Covid19, la redefinición del mundo laboral que Europa se fue dando en el siglo XX ya no puede esperar. Es la oportunidad de definir un marco justo y acorde con los valores de la UE, que garantice nuestra soberanía económica y nuestra prosperidad.