Salud y gestión del dato: las lecciones aprendidas de la pandemia

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La evaluación de los servicios sanitarios basada en los resultados en salud y no en las actividades que se realizan en los hospitales o en los centros de atención primaria es una demanda pendiente. Si preguntásemos en los distintos países al respecto, nos encontraríamos resultados bastante homogéneos: lo importante son los resultados, no las actividades.

Hagámonos ahora otra pregunta, referida en este caso a la gestión sanitaria de la pandemia del coronavirus: ¿serían diferentes los resultados si contásemos con un robusto y fiable sistema de información que recogiese cada dato producido en la atención a cada paciente?

Bajemos a la realidad. Si nuestros servicios de salud contasen con tecnología adecuada para la gestión del dato, ¿cuántos de los 3.347.512 pacientes contagiados en España, hasta la fecha de escribir estas líneas, no se habrían contagiado? Probablemente pocos, dado que el contagio depende de factores sociales, culturales y laborales. Pero si la pregunta fuese, ¿cuántos de los 76.328 fallecidos se habrían podido evitar? La respuesta probablemente sería otra. Si dispusiésemos de información minuciosa de cada caso, se habrían podido predecir algunas de las complicaciones fatales y evitar un número indeterminado de fallecidos.

Del total de casos registrados, solamente el 10% han precisado ingreso en una unidad hospitalaria. ¿Qué sabemos del 90% restante? ¿Qué sintomatología presentan? ¿Tienen algún tipo de síntoma residual? ¿Se ha aplicado algún tratamiento?

Algunas respuestas las habríamos obtenido con facilidad procesando unos datos estructurados y analizados. Seguramente los investigadores habrían podido avanzar más en la búsqueda de tratamientos o de nuevas vacunas.

¿Habríamos podido evitar la mortalidad y la morbilidad en las residencias de carácter sociosanitario con herramientas tecnológicas adecuadas? Probablemente una monitorización de los residentes más vulnerables habría reducido el impacto de la pandemia en este grupo de población. Disponer de herramientas tecnológicas para el apoyo a la atención y el cuidado de las personas con mayor riesgo nos habría permitido tener mejores resultados.

El 90% de los casos de coronavirus han tenido un seguimiento extrahospitalario, es decir, fundamentalmente controlado por los profesionales de los centros de atención primaria, lo que supone un volumen de tres millones de pacientes en un año. Si lo comparamos con el proceso que causa habitualmente los mayores picos de demanda, la gripe estacional, en la última campaña en España (2019-2020) se diagnosticaron 619.000 casos en atención primaria. La diferencia es abrumadora. ¿Cómo habría sido el seguimiento de los pacientes si la red de atención primaria hubiese contado con herramientas tecnológicas avanzadas para el registro y seguimiento de los pacientes?

Aunque habría sido deseable disponer hace ya muchos meses de un sistema de registro adecuado para el control en tiempo real de la pandemia, probablemente la prioridad de atender la avalancha de casos y las más que numerosas incidencias consume la mayor parte de la energía de las estructuras directivas y políticas, además de las profesionales. Y sería un mal enfoque tratar de acrecentar los problemas magnificando las carencias en la gestión de la crisis, que las hay, y no son pocas.

Lo importante no es mirar hacia atrás, salvo que sea para aprender y para preparar la lista de cosas que quedan por hacer. Lo importante es hacer un análisis riguroso de la respuesta de los servicios de salud de los diferentes países y prepararse para nuevas crisis, que llegarán, analizando los espacios de mejora, generando nuevo conocimiento e integrando toda la información al servicio de los ciudadanos y de los profesionales sanitarios.

La Transición Digital ha de llegar con urgencia al mundo sanitario, poniendo las tecnologías al servicio de las políticas de salud y de la innovación sanitaria, pensando en llevar al paciente los servicios necesarios de manera eficiente y garantizando la seguridad de la información. x Los datos también pueden ser, indirectamente, una fuente de salud, pero para eso deben de ser utilizados de manera eficiente y, por supuesto, respetando los derechos del paciente. Esta es la revolución pendiente de nuestro sistema de salud, que deberá afrontarse sin dilación en cuanto la crisis sanitaria del coronavirus sea definitivamente encauzada.