La digitalización debe transformar ya la gestión de la salud: necesitamos una estrategia clara

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La pandemia que nos asola desde hace más de un año es una dramática constatación de las debilidades de los sistemas de salud, incluso en los países más desarrollados. En España, cuya situación durante la llamada primera ola fue especialmente dramática, ya antes del coronavirus reconocidos expertos avisaban del nivel de desbordamiento del Sistema Nacional de Salud, especialmente en materia de atención primaria y salud pública.

La crisis ha agudizado los problemas y ha aflorado otros que permanecían latentes, no sólo en los aspectos relacionados con la atención sanitaria. Hablamos por ejemplo de los déficits históricos en inversión en I+D+i en Ciencias de la Salud y de aspectos clave en la Gobernanza del propio sistema. 

Nos encontramos en una crisis multifactorial, marcada por:

  • El elevado número de actividades sanitarias no realizadas durante la pandemia, traducido en decenas de miles de procesos sin diagnosticar o sin tratamiento, con la consecuencia de un riesgo cierto de deterioro del nivel de salud de los pacientes.
  • La evolución demográfica, que genera un paulatino crecimiento en el número de personas de edad avanzada, de enfermos crónicos, de personas con limitación de sus capacidades para la vida diaria, o que se traduce en mayores necesidades de atención sanitaria y cuidados específicos.
  • El impacto de la necesaria transición energética, en un sector que necesita un importante consumo de energía para su funcionamiento.
  • La necesidad de hacer sostenible el sistema de salud en un escenario económico macroeconómico muy exigente.

Todo esto debe llevarnos a una reflexión global sobre las políticas en materia de salud y en innovación sanitaria, de modo que la resultante final sea contar con una atención sanitaria de vanguardia, que permita a la ciudadanía disponer de las mejores condiciones de salud y calidad de vida posibles y que impulse hábitos de vida saludables.

Esta evidente necesidad de una mejor sanidad se produce en un tiempo especialmente complejo, marcado por la revolución tecnológica. Ya están cambiando los usos sociales, las culturas empresariales, las expectativas de los ciudadanos, los equilibrios de poder. Es un tiempo también de oportunidades, pues esa revolución tecnológica abre la puerta a más y mejores servicios sanitarios para la ciudadanía.

Hay un desencadenante claro de este nuevo tiempo, en el que la digitalización cambia la gestión de la salud. Es la capacidad de gestión de enormes cantidades de datos,  sobre la manera de enfermar de los pacientes, las variables de su enfermedad, la eficacia de cada acción diagnóstica o terapéutica… en resumen, un inmenso caudal de información que debe ser integrada y procesada para devolverla a la sociedad en forma de conocimiento. El objetivo ha de ser mejorar la eficacia de las actuaciones sanitarias y de las acciones preventivas, impulsando nuevas propuestas sanitarias y la investigación y la innovación, siempre al servicio de las personas y respetando, por supuesto, sus derechos básicos.

La oportunidad es enorme, pero no se puede obviar que, en todo lo que tiene que ver con la transición digital, Europa está rezagada respecto a Estados Unidos. La UE tiene que impulsar una transición digital también en los servicios de salud, una transición de acuerdo a sus valores fundacionales. Y cada uno de sus países miembros, como España, tiene que desplegar una estrategia-país. 

La oportunidad es ahora. No sabemos cuándo llegará la próxima crisis global de salud pública. Pero cuando lo haga, sería imperdonable, otra vez, no estar preparados.