El papel de las empresas ante el debate sobre el dato

¿Es la privacidad un vestigio del pasado? Muchos consideran que en pleno siglo XXI ese concepto simplemente ha desaparecido. Sin embargo, en los últimos tiempos el debate parece estar cambiando, y la preocupación por la privacidad vive un renacer. Un cambio de clima que tiene como uno de sus grandes desencadenantes el escándalo de Cambridge Analytica, que demostró cómo los datos personales eran compartidos y utilizados sin el conocimiento de los usuarios para propósitos espurios, como influir en unas elecciones. 

Ese cambio en la opinión pública es manifiesto en Europa, que se ha dotado de una importante arma regulatoria al respecto: el Reglamento General de Protección de Datos (RGDP). 

El estudio ‘Data, Privacy and the Individual’, presentado recientemente, considera que el RGDP “inauguró el comienzo de una sólida regulación de protección de datos en la era digital”. El informe, elaborado por The Center for the Governance of Change y dirigido por la investigadora Carissa Véliz, de la Universidad de Oxford, considera que “el derecho a la privacidad es uno de los mayores desafíos de esta década del siglo XXI. A medida que continúan ocurriendo escándalos de datos, surgen preguntas sobre cómo interpretar y hacer cumplir la regulación, cómo diseñar nuevas y mejores leyes, cómo complementar la regulación con una mejor ética y cómo encontrar soluciones técnicas a los problemas de datos”. 

Encontrar el equilibrio entre una regulación que proteja al ciudadano y la utilización masiva de los datos para el progreso de todos es uno de los grandes retos de nuestro tiempo.  Pero más allá de ese liderazgo regulatorio que ha asumido Europa, ¿cuál es el papel de las empresas? ¿Deben limitarse a cumplir con la regulación o su responsabilidad implica dar un paso más? Estas cuestiones fueron objeto durante la presentación del informe. 

Una cuestión de ética

Para Ricard Martínez, director de cátedra de privacidad y transformación digital de la  Universidad de Valencia, “las empresas no han de limitarse a esperar que se regule cada cosa, pues hay una ética del derecho que tiene que ser incorporada a la actividad empresarial”. No es solo una ética de la privacidad, afirmó, sino algo más amplio: una ética de los derechos fundamentales. Sin embargo, “nos enfrentamos a una generación que ha aprendido bajo el paradigma Muévete rápido y rompe cosas [el antiguo lema de Facebook]. En los másteres de Big Data no se enseña ética”, lamentó.  

La importancia del concepto de la ética en el manejo de la información personal en las plataformas de internet menoscaba la ya manida conceptualización del dato como ‘el nuevo petróleo’. A diferencia del combustible fósil, el dato tiene un vínculo fundamental con la dignidad de la persona, y no se debe obviar esa relación. También distorsiona el debate considerar el dato como una propiedad privada más. Lo explica Carissa Véliz: “La propiedad privada tiene unos límites claros; los datos, no. Y tus datos contienen datos de otros. Comercializar con ellos no es como vender una casa”.  

Frente a estas dificultades y ante la asimetría de poder entre plataformas y ciudadanos, la solución puede estar en una palabra de moda: empoderamiento. Los usuarios de internet deberían tener control sobre sus datos, y decidir cuándo se pueden utilizar y cuándo no, evitando el habitual todo o nada. Incluso solo de una forma intuitiva, todos sabemos que este debate importa. Porque, como explica Karina Vold, Investigadora Asociada, del Center for the Future of Intelligence, de la Universidad de Cambridge, “si nos diesen a elegir entre dos vidas idénticas; una vigilada constantemente a través de internet y otra sin vigilancia, todos tendríamos muy claro cuál elegiríamos”.