El Plan Europeo de Recuperación y la digitalización: la urgencia no debe desenfocar lo esencial

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Las serias discrepancias entre el Parlamento Europeo y el Consejo, presidido este semestre por Alemania, ratifican lo que ya se intuía: no va a ser nada fácil poner en marcha el histórico acuerdo de reconstrucción para la UE post-Covid, cerrado por los jefes de Gobierno el pasado julio. Es una mala noticia para todos, pero más especialmente para los países más necesitados de esta inyección de inversión, como Italia y España.

No obstante, conviene no centrar el debate solo en la necesidad urgente de las ayudas. Hay que actuar rápido, pero la urgencia no puede desviarnos: es clave la eficiencia y la claridad de ideas.

Dos son los pilares de este Plan de Recuperación, que alcanzará los 750.000 millones de euros, financiados mediante la emisión de deuda comunitaria: la economía verde y la digitalización, un proceso acelerado por la pandemia del Covid-19. España es uno de los países que está superando con nota la prueba de estrés de estos meses, gracias a la resiliencia y capacidad de sus redes de comunicaciones, con una posición destacada dentro de la UE en el despliegue de redes de fibra óptica.

Ahora toda la Unión quiere dar un salto cualitativo en su digitalización, utilizando como palanca el Plan de Recuperación. Queda mucho para conocer la letra pequeña, que dependerá primero de las negociaciones en Bruselas y posteriormente de las decisiones de los Estados miembros. Así que de momento se habla casi de apuestas genéricas, como la necesidad de mejorar la conectividad y de apostar por tecnologías como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la infraestructura de computación en nube, las redes 5G y 6G, los ordenadores cuánticos, y blockchain.

Pero lo esencial es que, se destinen donde se destinen los fondos, los programas tengan muy en cuenta la necesidad de fortalecer la autonomía estratégica de Europa. La UE está en un momento clave y ante una enorme oportunidad. Debe acertar para en el futuro decidir por sí misma, ofreciendo a sus ciudadanos un marco de derechos y libertades digitales como el que tienen en el mundo analógico, sin injerencias que afecten a su soberanía.